La sola afirmación de que el templo de Karnak es el recinto sagrado más grande del mundo antiguo y moderno, lo dice absolutamente todo. El epicentro de todo el conjunto gira en torno a la figura de un solo dios, Amón, cuyo significado es “el Oculto”.

Casi se podría decir que aún se escucha el resonar de los cantos de los sacerdotes reverberando sobre la milenaria caliza de la casa del dios. Canciones y rituales escritos en honor de dioses milenarios de los que en ocasiones solamente conocemos su singular silueta animal; un vago recuerdo del verdadero significado que supo cautivar a este pueblo. El sitio es tan grande que por mucho que se llene de visitantes es fácil encontrar un lugar para el recogimiento y reflexionar sobre algunos de los aspectos más curiosos de la religión egipcia; en definitiva, buscar dentro de nosotros ese otro yo que no es más que una sombra de aquel reflejo de Egipto en el que se ha convertido nuestra civilización moderna.

Por eso, hablar del templo de Karnak en la antigua ciudad de Tebas, “la de las Cien Puertas” que decía Homero, no es en absoluto una cosa sencilla. Me quedaría corta si dijera que es un templo con mayúsculas.